El castro
El castro era uno de los juegos más practicados por las niñas en todos los lugares.
Para jugar se dibujaba en el suelo una especie de cuadrícula con varios compartimentos rectangulares, por los habrá que ir pasando siguiendo un orden. Para ello era necesario un simple trozo de teja plano, una piedra aplanada o incluso una caja metálica rellena de tierra o piedras, que se arrojaba y golpeaba con el pie. La mayor parte del juego se realizaba a la pata coja, golpeando la teja con el pie de apoyo. Se perdía cuando se pisaba raya o la teja quedaba sobre la raya.
Una de las variantes era el «piso», que consistía en, una vez hecho el recorrido con la teja, se miraba hacia el cielo con los ojos cerrados y se avanzaba por los cuadros preguntando en cada uno «¿piso?», a lo que las demás respondían «¡no!»; un nuevo paso y la misma pregunta, hasta completar el castro, lo cual suponía haber ganado. Si por el contrario la respuesta era sí, se perdía y pasaba el turno a la siguiente.