El manro
Se hacen dos bandos y cada uno marca en el suelo una raya paralela a la de los oponentes, pero dejando entre ambas un espacio considerable, que será la zona donde se desarrolle el juego. Tras las rayas marcadas está el campo o casa de cada bando.
Sale uno de los jugadores al campo de nadie y uno del otro bando tratará de tocarle, lo que llamábamos “picarle” o “arrestarle”. Únicamente puede picar el último que sale de su línea.
Una vez arrestado un rival, lo lleva a su campo, donde queda preso. Cuando un bando tiene algún compañero preso intentará liberarlo por todos los medios. Para conseguirlo, alguno de sus componentes deberá tocar al preso, pero, lógicamente, los rivales intentarán evitarlo. Había que poner en juego distintas tácticas, así salían a la vez varios jugadores de su campo o casa, siguiendo distintas direcciones, tratando de distraer a los contrarios, reservándose uno o más para intentar la liberación final. Como normalmente había varios prisioneros, estos se cogían por las manos formando una cadena en dirección a su campo, así facilitaban la labor de los rescatadores y dificultaban la de los guardianes, al tener que defender más espacio. Cuando conseguían tocar a uno de los prisioneros todos quedaban libres y volvían rápidamente a su campo.
El juego se daba por concluido cuando un bando consigue apresar por completo al otro.